En este legendario encuentro los mejores deportistas de cada país nos demuestran que con esfuerzo y sacrificio sus logros y espíritu de sana competencia son generadores de pasión y admiración que traspasan fronteras. La diversidad es puesta a prueba en una fiesta donde cuerpos y razas muestran su potencial al máximo: maratonistas de cuerpos magros, pesistas con fuerza y desarrollada musculatura, jóvenes y ágiles gimnastas con cuerpos menudos y flexibles. Si bien esta vez se volvió a comprobar la hegemonía de potencias como China y USA, países como Bahamas, y Venezuela sorprendieron con emocionantes medallas y récords. Muchos llegan con la ilusión de ser los mejores para conseguir una presea dorada, pero las verdaderas medallas son las que conseguimos los espectadores al ver postales como el épico triunfo de Sifan Hassan luego de levantarse de una caída o el efusivo abrazo de alegría de un italiano y catarí que compartieron el oro en salto alto.
Pero además de la emoción también hubo señales de alerta: la presión psicológica, el abuso, y sesgos basados en estereotipos. Uno es el caso de Simone Biles, llamada a seguir consolidándose como la mejor gimnasta de todos los tiempos, pero que sorpresivamente renuncia a seguir participando para cuidar su salud mental (torpedeada por las altas expectativas del medio y la visibilización de experiencias de abuso), es algo que nos invita a cuestionarnos profundamente qué estamos haciendo en nuestras empresas para sostener la salud mental de nuestros equipos. Ese enemigo silencioso que ha ido contagiando a equipos altamente competitivos: el Burnout. La disrupción causada por la pandemia causó una reorganización de las condiciones de trabajo y esto no sólo afectó el bienestar de las personas, sino que también trajo un deterioro en la productividad y la atención puesta en el trabajo. Debido al entorno cambiante y las medidas de distanciamiento social, se vio alterado el balance entre trabajo/ocio, oficina/vivienda. Esto en un entorno que tiene demandas y desafíos laborales cada vez más exigentes.
La encuesta “Engagement y teletrabajo”, de Fundación Chile, revela cifras alarmantes. El promedio de gente con agotamiento es mucho mayor a lo observado el año anterior y la proporción de personas en estado de total agotamiento llega a un 25%. ¿Qué hacer para remediarlo? Es imperativo acelerar la adaptación de los equipos de trabajo a nuevos contextos, utilizando al máximo sus capacidades de autogestión, y estimulando que las personas aprendan técnicas de recuperación efectiva, con rutinas orientadas a contrarrestar el agotamiento laboral debido a la sobrecarga de trabajo y la disolución de las fronteras entre los mundos de la oficina y el hogar. Esto exige organizarse ágilmente, tomar decisiones y coordinarse para evitar que las exigencias se vuelvan inabarcables.¿Estamos dispuestos a hacer cambios profundos que castiguen nuestros márgenes para dar mayor flexibilidad laboral? ¿Estamos dispuestos a perder medallas para el bienestar superior de nuestros equipos? ¿Somos capaces de disminuir la productividad por tener mejores prácticas de engagement? Estas no son preguntas fáciles. Pero para responderlas bien tenemos que tener en cuenta que el talento son nuestros atletas, y que su bienestar no es transable. Y que a veces para ser los mejores debemos ser capaces de renunciar al oro.
Rosario Navarro B. Partner IDEMAX