Por Trinidad Infante, Periodista Revista Capital
Publicación original en Revista Capital, sección Becoming
Le pusieron Ragnar en honor al rey vikingo, el mismo de la serie Vikings. Todo porque su papá, Rolf Benhcke, es fanático de la mitología nórdica y desde que Ragnar y sus hermanos eran chicos les contaba historias de cómo estos personajes invadieron Francia. Después de pasar una temporada observando primates en las selvas de El Congo y Brasil junto a su hermana Isabel Behncke –antropóloga evolutiva, famosa por sus estudios en bonobos–, Ragnar se dio cuenta de que a través de un software podría mapear las interacciones de estos, y que lo mismo podía hacer con humanos. Así partió Social Map, un robot consultor que permite crear un espejo que refleje el comportamiento. ¿Cómo? A través de un software que entrega feedback en tiempo real de lo que está pasando en una reunión, el nivel de compromiso de los presentes, la cantidad de interacciones, las interrupciones, entre otras variables. Y así puede determinar qué tan efectivo está siendo el encuentro y si es necesario hacer cambios, a fin de alinear a los participantes.
Ragnar fue un estudiante de la metodología waldorf y estudió Antropología en la Universidad de Chile. En 2012, luego de investigar a los primates, llegó al centro de educación avanzada de la Universidad de Chile, donde le pidieron aplicar la red de interacción social de los bonobos en alumnos de colegios para ver cómo se distribuía la atención en ellos. “Hacer ciencia se trata de equivocarse, así que si te equivocas y se van los recursos a pérdida, no importa”, le dijo Roberto Araya, el director del proyecto.
Crearon un producto para medir la atención y lograron estudiar cómo esta se distribuye en los niños de manera automática. Era algo inédito.
Los datos mostraron que los niños ponen un 3% de su atención en el profesor y que los que más rendían en matemática y lenguaje, eran más bien los que observaban a sus compañeros.
“En 2016, en Chile nadie me creía que yo tenía un proyecto de diez millones de dólares en la mano y ahí fue cuando conocí a Chandhu Nair, quien me dijo que dada la naturaleza de lo que estaba creando, mis números estaban bien, que no negociara por menos y que abriera una empresa en EE.UU.”, cuenta Behncke. Fue Nair quien lo empezó a guiar en este proceso y se convirtió en el cofundador de Social Map, empresa que comienza en 2016 en Boston. En 2017 se sumó al equipo Pedro Melgarejo, experto en tecnología que fue capaz de registrar conductas sociales y procesar esa información para dar f en tiempo real.
A principios de este año, MIT validó a Social Map como pioneros en medir el comportamiento en las interacciones humanas y hoy su proyecto está avaluado en cinco millones de dólares, según One Way Ventures, un fondo de capital de riesgo de EE.UU. que financia proyectos de inmigrantes. ¿Cómo nace la idea de hacer medible algo tan humano como la conversación? Behncke habla sobre la necesidad de estar sincronizados con un We Mode o interés colectivo. Con este objetivo, decide crear un espejo para colaborar con el bien común, con una tecnología nunca antes utilizada.
En concreto, ¿qué mide este software?
Es capaz de medir el nivel de motivación de un grupo. ¿Hay We mode? Como yo le llamo al interés colectivo. Monitoreamos la participación y podemos identificar si están estresados en la reunión. Una vez tomados esos datos le damos un f: si pocos están motivados, recomendamos a través de una pantalla, celular o smartwatch que es tiempo de hacer un b, de cambiar el tema o cortar la reunión. Hay muchas reuniones que no sirven. La inefectividad de estos encuentros alcanza el 42% a nivel mundial. Se pierden 2,8 billones de dólares en EE.UU. por este efecto.
¿Qué otras cosas es capaz de analizar este programa?
Con respecto a la participación, en las reuniones de toma de decisiones, los hombres hablan más y más largo en sus turnos que las mujeres. Y ellas son más interrumpidas. Lo interesante es que esto muchas veces no es percibido: una reunión en la que los hombres y las mujeres sienten que es igualitaria, en realidad tiene solo un 20% de participación de la mujer. No somos conscientes de cómo se distribuye la palabra.
¿Qué conclusiones obtuviste viviendo con los bonobos en 2010?
Hay dos especies en todo el mundo animal que han logrado relaciones igualitarias, que son los muriqui en Brasil y los chimpancés bonobos en El Congo. Utilizamos herramientas que nunca nadie había ocupado en el análisis de redes sociales, que es un tipo de software para estudiar los vínculos y las estructuras de poder. Ahí nosotros vimos los tipos de estructuras que tenían los bonobos y concluimos que la gran clave son las coaliciones entre hembras: cuando las sociedades están regidas por coaliciones de hembras en la distribución de sus recursos, en la toma de decisiones, cuando ellas lideran, hay un ambiente mucho más pacífico. En cambio, en los chimpancés troglodites, que son coaliciones de machos, son muy jerárquicos, muy violentos y excluyen a las hembras.
En ese momento, comencé a pensar cómo podemos medir y mostrar este espejo en la sociedad humana, y en qué tecnología podía ayudarnos para aplicarlo en humanos. Así partió todo.
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